lunes, 9 de febrero de 2015

El triunfo de backstage

Álex Grijelmo
El teatro se inventó hace miles de años, y nos ha legado palabras muy antiguas. Y casi de repente, ha aparecido en ese léxico preciso, hermoso, antiguo, una voz tan ajena a su tradición como backstage. Quizá por dos razones: por el desconocimiento de términos equivalentes en español o por el gusto de pronunciar un vocablo en inglés, algo tenido por prestigioso.

Backstage (formada sobre stage y back, “escenario” y “detrás”) ha entrado en la última edición del Diccionario, con esta definición: “Espacio situado detrás de un escenario o de una pasarela donde se preparan quienes intervienen en un espectáculo o un desfile de moda”. Este anglicismo, como ocurre tantas veces, ocupa una casilla de donde desplaza a otras palabras posibles en español, incluidos los sentidos figurados: “chácena”, “trascenio”, “entre bambalinas”, “entre bastidores” o “entre cajas”.

Las explicamos:

Chácena. Usada por regidores y tramoyistas. Definida así en el Diccionario: “En algunos teatros, amplio espacio rectangular, en el centro del muro del fondo del escenario bajo la jácena que lo sostiene, usado como acceso posterior al escenario, como depósito de bultos o como prolongación de la escena”. Procede del catalán jàssena (jácena o viga maestra), idioma que la tomó a su vez del árabe (gásr, viga).

Trascenio. Es curioso que se use backstage para designar la parte trasera del escenario y que no se emplee un anglicismo deducible (front-stage) para la parte delantera. En este segundo caso, los periodistas sí conocen una palabra en español: proscenio. Y si se llama “proscenio” a la parte delantera, ¿cómo podríamos nombrar a la de atrás si no quisiéramos emplear un anglicismo? En efecto: “trascenio”; creación que tomaría los propios cromosomas de nuestra lengua para formar un término reconocible de inmediato, precisamente por lo deducible de sus piezas.

Entre bambalinas. Esta locución tuvo en el Diccionario anterior una definición que criticó la gente del teatro: “Detrás del escenario durante la representación de un espectáculo, de manera que no se pueda ser visto por el público”. La edición 23ª acierta ya al reseñar la palabra: “Cada una de las tiras colgadas del telar a lo ancho del escenario, que ocultan la parte superior de este y establecen la altura de la escena”. Se trata entonces de las tiras de lienzo que tapan los focos y otros artilugios colocados arriba. No es fácil situarse por allí. Así que frente a la locución “entre bambalinas” (llamadas de tal modo porque se bambalean) la Academia recomienda acertadamente otra expresión mejor: “Entre bastidores”.

Entre bastidores. Los “bastidores” son “la organización interior de las representaciones teatrales”. Y la locución “entre bastidores” significa “fuera de la representación que el público ve en el teatro”.

Entre cajas. No recoge el Diccionario esta locución ni en el sustantivo “cajas” ni en la preposición “entre”. Sin embargo, se usa desde hace decenios entre la gente de la escena para referirse… al backstage.

Así pues, un periodista que comente una ceremonia como los Goya y desee eludir backstage podrá decir “estamos en el trascenio”, “estamos junto a la chácena”, “entre bambalinas”, “entre bastidores” o “entre cajas”. Y con sentido metafórico, “en la cocina” o “en la trastienda”. Si elige el anglicismo, no hay problema. Pero no será por falta de alternativas. El texto completo en El País


domingo, 1 de febrero de 2015

Buscando a Cervantes

Miguel de Cervantes
¿Por qué nunca antes nadie había buscado al autor del segundo libro más leído de la historia? "No es que no se buscase, lo que pasa que antes era mediante documentación… La búsqueda con la metodología arqueológica y con un equipo multidisciplinar no se había hecho nunca. Podía haber ocurrido hace seis años o incluso hace 20, pero hace 80 años hubiese sido imposible". ¿Cuestión de medios? Sí, pero también de ciencia. "Ahora es posible plantearse un análisis con alguna posibilidad de éxito", señala Echevarría, experto forense. La labor se lleva a cabo en un espacio de 78 metros cuadrados a 5 metros bajo el suelo de la iglesia del convento de las Trinitarias en Madrid. En este espacio confían localizar los restos del conocido escritor. Cada hueso que encuentran lo analizan en un laboratorio provisional situado en la cripta. Esto no es una excavación al uso donde todos los huesos se analizan en otro lugar y son devueltos un año después. Echevarría y el resto del equipo tienen claro lo que buscan y lo que no se ajusta, no lo estudian. "Si encontramos un hueso que pertenece a una mujer o a un joven lo descartamos porque sabemos que ya no es Cervantes", añade. Los investigadores tratan de localizar "el cuerpo de un hombre de 70 años con el brazo izquierdo impedido, dos arcabuzazos en pecho y solo seis dientes. El cadáver tiene que estar en un ataúd, con el hábito franciscano y un crucifijo de madera", según explicó Fernando Prado en una entrevista concedida a El Mundo hace ahora un año. "No perdió la mano, pero la herida fue tan grave que le impidió su uso durante los siguientes 45 años”, apuntaba respecto a la célebre batalla de Lepanto en la que ganó su sobrenombre de El manco de Lepanto.
Convento de las Trinitarias (Madrid)
Volviendo a la investigación que se lleva a cabo hoy en la calle Lope de Vega, García-Rubio detalla los descubrimientos que han ido llevando a cabo: “La idea inicial era que había una pared con 36 nichos y cuando hicimos la tarea de limpieza —una semana antes de empezar con los análisis— vimos que en el suelo de la cripta había unas sepulturas… No sabíamos bien cuántas eran, aunque ahora ya sabemos que hay seis”. La arqueóloga describe con detalle el lugar del que han salido algunas imágenespero al que ya no pueden acceder los medios: "La pared de nichos está cubierta por una capa de yeso que se puso posteriormente y que ha desaparecido en alguna de las zonas y no queda más que el ladrillo que cubre el nicho. En otras está mejor conservadas y si rascas esa capa y retiras el yeso, sí se ve una inscripción funeraria", explica. "Por ahora sólo lo hemos hecho en un nicho y hemos visto con la cámara endoscópica que está enterrado un capellán, fallecido en 1746, cuyo féretro está perfectamente conservado"”.
En esta pared se encontró el pasado domingo 25 el ataúd con las iniciales M.C. marcadas con tachuelas y que obligó a los investigadores, cuya intención era esperar a tener un hallazgo sólido para hacer un comunicado oficial, a dar una rueda de prensa improvisada un día después. Por ahora no se puede asegurar que sean los restos de Miguel de Cervantes, pero tampoco se puede descartar. De hecho, en el féretro había restos de más de 10 personas y todos están analizándose. "Esas tachuelas no son una garantía de nada porque se han ido entremezclando los huesos. Veremos cómo acaban las cosas porque hay que inspeccionarlo todo", explica. El texto completo en Huffingtonpost.es