domingo, 23 de febrero de 2014

Llamadme Lázaro

 22 FEB 2014 | El País

Como el marinero y náufrago Ishmael [narrador de Moby Dick], Lázaro empieza por declarar su nombre: “Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes”. En ambos casos hay un tono imperativo, un interlocutor cercano y una sospecha o una evidencia de impostura. Ishmael no asegura que ese sea su nombre: tan solo nos insta a llamarlo así. El “vuestra merced” de Lázaro está tan presente en la primera línea de la historia como el vosotros o el tú —“call me Ishmael”— del narrador de Melville. Ishmael puede estar ocultándose tras un nombre supuesto, pero el autor de la novela no finge que sea un personaje real. Lázaro juega a presentarse como el narrador de su propia peripecia. Cuenta en primera persona, y en la portada del libro no hay más nombre que el suyo. No es un autor anónimo, sino apócrifo […].
Cartel de la película (1956) basada en la
novela de Herman Melville 
La novela es un formidable universo en expansión que abarca ya cinco siglos, pero en el origen de esa inmensidad todavía viviente —¿quién puede saber cuántas novelas se han escrito, cuántas se están escribiendo y leyendo ahora mismo?— hay un Big Bang, un punto ínfimo, un libro muy breve y de pequeñas dimensiones que parecía tener y reclamar para sí tan poca importancia como la vida de su narrador y protagonista, un don nadie, un desecho social, un pregonero de Toledo dócil y cornudo, uno de los últimos entre los últimos, hijo de un preso por ladrón y de una mujer amancebada con un esclavo negro.
Qué extraordinaria expresión castellana, don nadie. Podría ser el título de una novela metafísica. Hasta el Lazarillo, hasta la plena irrupción de la novela picaresca y el Quijote y sus inmediatos derivados en Inglaterra y luego en el mundo, las ficciones trataban de personajes socialmente exaltados, reyes o príncipes, poderosos a caballo, etcétera. Con Lázaro de Tormes, con la novela, llegan a la literatura los don nadies, los que no cuentan, los de abajo, los tarados, los excluidos, las mujeres. Lo que hacen las novelas es contar las historias de los que por su poco relieve social carecen de ellas. Leer más


sábado, 22 de febrero de 2014

Los últimos días de Antonio Machado

Los últimos días de Machado

MARÍA SERRANO / Sevilla / 21 Feb 2014
Cruzó por la Estación de Cèrbere apenas con lo puesto: un traje de chaqueta desgastado, unas pocas pesetas republicanas que guardaba de su último artículo publicado en La Vanguardia y un bastón de madera que le ayudó a caminar en tan largo viaje. Machado se marchó de España vencido por la causa perdida. El poeta Félix Grande recordó años después a un hombre “muerto de pena, derrota y despedida”. Había perdido su propia guerra y la de muchos que cruzaban la frontera. En aquel camino de no retorno lo acompañó su madre, Ana Ruiz, su fiel y desconocido hermano José Machado y su cuñada Matea. En el frío mes de enero de 1939, el poeta andaluz caminó bajo la lluvia en dirección a Port Bou. Ya en otro país y en una lengua muy familiar para él, el francés, conoció a tres personajes anónimos que no lo olvidaron el resto de sus vidas. Leer más

Hotel de Collioure (Francia) en el que falleció Antonio Machado

Antonio Machado, a la altura de las circunstancias

 22 de febrero de 2014 | El País

Tumba de Antonio Machado en Collioure (Francia)
Para su desgracia y para nuestra fortuna, Antonio Machado representa bien la España quebrada en el 39. “Es más difícil estar a la altura de las circunstancias que au dessus de la mêlée”, escribió en plena guerra en su Juan de Mairena. Él estuvo a la altura, como hombre y como escritor, y su tumba en Francia es el recordatorio del precio que paga por su decencia la gente decente. Tal vez por eso nunca debería moverse de allí, donde la fundación que lleva su nombre mantiene vivo su recuerdo, donde cada 22 de febrero los exiliados, los supervivientes, los vecinos y los alumnos de la universidad de Perpiñán, celebran al poeta, leen sus versos y meriendan lo que cada uno se lleva de casa, sin mayor ceremonia, sin los disfraces de la oficialidad.
Hasta aquella tumba peregrinaron en 1959 los escritores de la generación del medio siglo. Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Blas de otero, José Ángel Valente, José Manuel Caballero Bonald o Ángel González vieron en el autor de Campos de Castilla un referente ético y estético, un poeta civil que supo ser las dos cosas, poeta y cívico.
Simbolista y realista, elegíaco y materialista, descreído y enamorado, bueno en el buen sentido de la palabra bueno, en el sentido machadiano de la palabra bueno, Antonio Machado estuvo a la altura de las circunstancias. Es posible que España, signifique eso lo que signifique, esté algún día a la altura de Antonio Machado.
---------------
Más lecturas machadianas:
"Estos versos salvaron la vida a Machado". Sobre Campos de Castilla, Soria, tópicos, Serrat y Extremoduro.

martes, 11 de febrero de 2014

Leer es soñar de la mano de otro

Ilustración de Quint Buchholz

 "Leer es soñar de la mano de otro". La cita de Fernando Pessoa sirve de prólogo a En el país de los libros (Nórdica Libros), la segunda obra -tras El libro de los libros- que el ilustrador alemán Quint Buchholz dedica a "la diversidad y singularidad de los libros".


domingo, 9 de febrero de 2014

Cambiazos eufemísticos

Palabras mecano
El español no dispone de las innumerables palabras monosilábicas del inglés, pero tampoco abusa de los vocablos muy alargados. Los hablantes rara vez estamos dispuestos a pronunciar más de nueve sílabas en un solo término. Por ejemplo, "anticonstitucionalmente". Se trata de palabras mecano, formadas con una raíz y multitud de prefijos y sufijos. Raras, y por tanto con apariencia de elegantes.
Los políticos abusan de estas fórmulas, que suelen sonarnos ajenas. Nuestra desconfianza se activa quizás con dos indicios: lo artificioso del vocablo y el hecho de que sólo se pueda pensar en su lado bueno, pues casi nunca tienen un antónimo simétrico. Por ejemplo, para encontrar la acción opuesta a "posicionarse" o "posicionamiento" tenemos que acudir a la raíz sustituida y recordar "definirse" o "concretar", y recorrer luego el camino hasta "indefinición" o "inconcreción", pues a nosotros no se nos ocurriría decir contraposicionarse o desposicionarse. Y en otro invento político como "redimensionamiento" ni siquiera sabríamos si el antónimo equivale a "reducir" o a "ampliar", pues la palabra misma oculta sus pretensiones (por algo será).
Cambiazos eufemísticos
Uno de los más recientes cambiazos eufemísticos nos ha arrojado sobre la mesa el alargado vocablo
"externalización".
Ni ese sustantivo ni su verbo, "externalizar", figuran en el Diccionario. ¿Y cómo habremos podido entonces vivir tantos años sin estas palabras, cuando la acción que representan no se ha inventado ahora?
Podemos contestar que no usábamos antes "externalización" porque tal cosa se llamaba "contrata" o "subcontrata", que son las ideas sustituidas por este palabro. Las críticas que se asociaron a esos términos, y quizás la mayor proporción de accidentes laborales en las subcontratas de la construcción, incitaron a inventar otro vocablo que prestigiara tal ardid cuando concerniese a los servicios públicos. Y para ese menester las palabras largas siempre se han considerado un valor seguro. De vez en cuando se convierten incluso en frases: "privatización de la gestión", "liberalización del servicio", "gestión indirecta".
En Madrid hemos hablado de que la recogida de basuras está externalizada, y de que se ha pretendido lo mismo con la gestión de algunos hospitales. Estos procesos de externalización permiten a las autoridades vanagloriarse de lo que salga bien y desentenderse de cuanto resulte defectuoso.
¿Casting, próximo eufemismo de censura?
La música que alegra calles y parques se hallaba externalizada en Madrid. El uno llegaba con su flauta, aquel con su violín, el otro con su guitarra, y se ponían a interpretar desde un narcocorrido hasta una canción de misa.
Los artistas habían establecido una contrata con el público, que los premiaba mediante esas monedas que brotan solas de bolsos y bolsillos; los bendecía con su silencio o los miraba con displicencia, a gusto de cada paseante. ¿A usted le encantaba ese saxofonista? Pues sepa que ahora está ante un saxofonista tutelado, con garantía de calidad y denominación de origen. La autoridad les exige papeles, los examina, los aprueba o suspende, les expide certificados. Sin normas conocidas y, por tanto, arbitrarias. Ahora mira la calidad, mañana quizás las letras (pero diciendo que mira la calidad). En esto se ha producido una nueva expropiación de la calle, y también de las palabras. Podían haberlo denominado internalización, sin embargo se llamó casting. Ya está todo listo para que algún día ese vocablo pueda funcionar como eufemismo de la censura. Leer más